LA PESADUMBRE DE LA RETAGUARDIA (370218 LA PESOMBRE DE LA RERAGUARDA): 

Lluis Capdevila. Publicado en La Humanitat, el 18 de febrero de 1937

 

Anadón es un pueblo abandonado que no pertenece ni a nosotros ni a los fascistas. Sin embargo, nosotros y ellos hacemos frecuentes incursiones. En Anadón casi no quedan vecinos: unos han huido con los fascistas; los otros se han venido a nuestras filas y, pese a lo que de nosotros les dicen los asesinos de mujeres y niños, hoy están convencidos que no nos dedicamos al canibalismo, a la antropofagia. En Anadón tan sólo quedan unos cuantos viejos que, como todos los de por aquí arriba, parecen más viejos que los de otros pueblos.

A Anadón vamos, de vez en cuando, nosotros y los fascistas: a buscar gallinas, huevos, trigo, aceite. Hay, sin embargo, una pequeña diferencia en la forma en que los unos y los otros vamos a buscarlo que necesitamos: los fascistas lo roban en nombre de Dios; nosotros lo pagamos en nombre del Pueblo.

En Vivel del Río he conocido a uno de los milicianos que más veces ha ido y venido de Anadón, que podríamos decir sin caer en la hipérbole, su Colón, su descubridor.

Se trata de un miliciano ampurdanés, cuyo nombre -muy digno de respeto, como el de todos los milicianos que cumplen su deber- no viene al caso. Este miliciano, aunque joven de espíritu -si no lo fuera no estaría aquí- ya no es un hombre joven de años. Pero tiene un coraje, una firmeza, una valentía que muchos jóvenes quisieran tener. Y un manantial de alegría inagotable. Y unas ganas de cantar que no se acaban nunca, ni en los momentos más graves. Me dicen que, cuando, en las avanzadillas está de guardia con los compañeros, para hacer menos pesadas las horas de la noche, propone:

-¿Cantamos una? Así sabrán estos burros de ahí el frente qué canciones más bellas tenemos en nuestra tierra.

Y en medio del silencio solemne de la noche, entre la nieve y bajolas estrellas, brotan temblorosas de emoción las notas de una canción popular catalana …

Físicamente, el miliciano cantante es un hombre bajo, forzudo, más bien gordo que flaco, con una boca ancha y de labios gruesos, fáciles a la risa, con unos ojos grandes, de esclerótica amarillenta, de párpados hinchados. Una de las característicasde este miliciano es que nunca se quita la gorra. Yo siempre, en la calle, en el campo, en el café, en la mesa, lo he visto con la gorra puesta. He llegado a sospechar que no se la quita ni para dormir.
Este miliciano, este bravo luchador antifascista, vivía en una de las villas más simpáticas del Empordà en compañía de una hermana viuda y de unos sobrinos de pocos años. No sé si es soltero o es viudo, si había constituido familia por su cuenta o si la ha perdido. Sé que no tiene otra familia que ésta. Y sé que al marchar al frente hizo un testamento dejando a su hermana todo lo que tenía. Todo lo que tenían los hermanos no era mucho: unas tierras, una casa, un rincón para cuando llegaran los días tristes de la vejez, un cobijo para cuando no pudieran trabajar.

Pues bien: cuando este hombre, dejando de lado los grandes afectos y las pequeñas comodidades, empuñó las armas y se fue al frente, mientras él lucha para defender la libertad, los que han permanecido tranquilamente en la retaguardia, los que se aprovechan innoblemente -deshonra- de la Revolución, han dejado a este hombre y a sus familiares en la miseria. Ahora la hermana y los sobrinos tienen que vivir casi de caridad. Y gracias a los vecinos tienen un poco de pan, unas cuantas patatas, unas judías …

Y no es que este hombre y sus familiares tuvieran antecedentes sospechosos; no es que hubieran militado en un partido -mejor: en un partido- de derechas; no esque hubieran hecho el juego a las derechas. No, no: este hombre siempre ha sido republicano, siempre ha luchado en bien de la libertad y de la justicia, siempre ha combatido la iglesia y la monarquía; en su casa siempre ha habido un noble ambiente de amor al pueblo.

¿Yentonces? Vivimos unas horas caóticas de arbitrariedad y de absurdo, sin las que ya habríamos vencido. Falta comprensión, falta sensibilidad, falta inteligencia y se ha desatado el canibalismo más odioso. La retaguardia deberíade ser el apoyo del frente de guerra y es tan solo la pesadumbre.

Sería comprensible y lógico que se despojara de sus bienes a la gente de derechas, los que formaron parte del Somatén asesino de obreros, los que pagaban el pistolerismo, los que contribuían con el dinero robado a los trabajadores a las suscripciones pro «víctimas del deber», los que aplaudían la in humana y salvaje represión de Asturias, los que se alegraron de la derrota de los obreros de Súria, Cardona y Fígols (2), los que militaban en las filas de la CEDA, los que figuraban en«Falange», los que formaban parte de la odiosa «Acción Ciudadana», los que caciqueaban y oprimían y tiranizaban.

No es comprensible ni es lógico, en cambio -al contrario: es francamente absurdo y es trabajar en pro del fascismo- lanzara la miseria a los familiares de un hombre que lucha en el frente en defensa de la libertad y la dignidad de un pueblo. Esto da lugar a que sean muchos los milicianos que se consideran atacados por dos enemigos: los ejércitos de Franco y la retaguardia.

Indudablemente, en la retaguardia hay gente digna y honrada, perteneciente a todas las organizaciones políticas y sindicales, que trabaja con fe por el triunfo del pueblo, que no tiene de la guerra un concepto grotesco de fiesta mayor, que odia el pillaje y el bandidaje. Es necesario que esta gente se imponga de una vez para que la retaguardia no sea, como hasta ahora, una pesadumbre odiosa que ya hace demasiado tiempo que dura.

 

Vivel del Río, febrero.

(1) Alguna vez están a un kilómetro de distancia.
(2) Su defensa me costó un proceso.