CAMINOS DE NOCHE Y DE NIEVE (361206 CAMINS DE NIT I DE NEU): 

Lluis Capdevila. Publicado en La Humanitat, diciembre de 1936

 

A las tres de la madrugada, cuando hace poco que me he dormido, llaman a la puerta de la habitación.

-Venga, que vamos de operaciones.

A mí me parece que esta no es hora de ir de operaciones. A mí me parece que esta, en Alcañiz, es hora de dormir. Si no fuera porque yo de cosas de guerra no entiendo y tal vez sea reglamentario ir de operaciones a las tres de la madrugada, protestaría. En lugar de protestar, me levanto con una docilidad de cordero.

Me visto rápidamente, me lavo más rápidamente aún. En la calle, a pesar de lo intempestivo de la hora, se oyen voces y un ir y venir de gente; bocinas y motores de automóvil. Desayuno de pie: una manzana, un bocado de pan, un gran trago de coñac. Y a la calle.

En la calle -y esto, de momento, es un poco extraño- hay tanta gente como en pleno día. Se trata, sin embargo, de una sola clase de gente: soldados. Soldados más o menos abrigados, con la manta que, plegada, parece un roscón, cruzada sobre el pecho y el casco que parece que en la cabeza le hayan puesto una olla de hierro.

El teniente coronel Pérez Salas, el teniente coronel Bosch-¡qué largo es lo de teniente coronel! – el capitán López Segarra, suben a sus automóviles. Yo tengo el mío dañado y Canturri me ofrece un lugar en el suyo. Al automóvil de Canturri se ve, sin embargo, que no le prueba ir por el mundo a estas horas, y, al poco de salir de Alcañiz, ralentiza, resopla como si sufriera de asma, camina a sacudidas y, resueltamente, se niega a hacer más kilómetros.

Pasamos al coche del teniente coronel Pérez Salas y seguimos el camino. Llueve y cuando llegamos a Los Olmos la lluvia se convierte aguanieve. Pasado Los Olmos comienza a nevar de forma muy seria. Hace un frío terrible.
Pienso en el refrán de nuestros agricultores de Cataluña:«Any de neu, any de Déu (Año de nieves, año de bienes)». Pienso que este año deben haber corregido el refrán, porque ahora Dios -¡le han desacreditado tanto los fascistas! – ha pasado de moda.

El coche marcha con una gran Ientitud y con una ventanilla abierta, pues el parabrisas se llena de nieve y no vemos el camino. El frío, cada vez más intenso, ha esmerilado los cristales y no hay otra manera de hacer el camino. De vez en cuando encontramos un camión de víveres, un camión de material de guerra.

Uno de ellos ha quedado averiado al borde de un río y en medio del camino. Pasado el río, a duras penas, debemos bajar todos y caminar bajo la nieve para que el coche pueda subir una cuesta muy difícil. Yo, que nunca he sentido un gran entusiasmo por el excursionismo, resbalo a menudo y a cada resbalón le dedico un piropo a los fascistas, gracias a los cuales me veo vestido de una manera extraña y caminando por unos lugares donde no se me ha perdido nada.
Por una asociación de ideas que me hace muy poca gracia, pienso en todo lo que no tengo en estos momentos y que tan bien me vendría: la chimenea con unos buenos troncos de olivo; el radiador; la estufa eléctrica; una cama con unas buenas mantas de lana y un buen edredón de pluma; un bistec de «roastbeef» bien untado de mostaza inglesa; una taza de té bien caliente; un buen vasito de «whisky». Desgraciadamente no tengo nada de ello y pienso que la operación bélica de hoy la podríamos dejar pasar y esperar a un día que hiciera sol. Como ya he dicho que de cosas de guerra no entiendo mucho, temo que no harían caso de mis palabras si proponía eso que a mí me parece tan lógico.

Y callo y aguanto.

El único que parece estar en su gloria es Canturri. Camina por estas montañas como si paseara por el Paseo de Gracia. Yo lo contemplo con admiración y envidia, y pienso: este muchacho debe estar injertado de rebeco.
Subimos de nuevo al coche y se ven bailar ante losfaros los copos de nieve. Si no fuera por el frío, cada vez más intenso, incluso encontraría que es bonito.

Vamos avanzando con camiones cargados de víveres.

Nace el día lentamente, como con miedo, y ante nuestros ojos aparece un paisaje montañoso, áspero, salvaje. Nos detenemos unos breves momentos en Montalbán. El cielo es una capa gris, de un gris rosado, tendida sobre los árboles, las piedras, las casas y las humanas criaturas. Sigue nevando, y en la entrada de un pueblo hemos visto un huerto en el que las coles, cubiertas de nieve, parecían untadas con nata. Las cimas de las montañas están envueltas con una bufanda de niebla.

VIVEL DEL RIO MARTÍN, diciembre de 1936 Fotografía publicada en La Humanidad (06 de diciembre 1936) donde se observan las fuerzas de la Columna Macià-Compayns saliendo de Vivel del Rio para ir a ocupar Fuenferrada. La nieve cubría las calles del pueblo. En primer término, con chilaba, monóculo y pipa (y marcado con una x blanca), Lluís Capdevila.

Llegamos a Vivel del Río a media mañana. Nieva con más fuerza que nunca, quizá para celebrar nuestra llegada. La carretera está llena de milicianos preparados para marchar a las avanzadas. En el gris triste y lívido de la mañana ondean como un rayo de sol las banderas catalanas.

Los milicianos visten de una manera abigarrada y arbitraria. Algunos llevan «tabardos»; otros, impermeables o abrigos de cuero; otros se cubren con las mantas grises, azules, rosadas. Este abigarramiento se advierte también en las gorras: unos las llevan de terciopelo y en forma de panecillo; otros, de dril; otros, de ropa impermeabilizada y con visera de celuloide; otros, de lana, con orejeras, muy parecidos a los «pasa- montañas» de nuestros excursionistas; otros, de piel de cordero, que dan a sus propietarios todo el aspecto terrible de cosacos de zarzuela.

Entre estos milicianos he visto un viejo de sesenta años y un muchacho de catorce. Y entre estos milicianos he visto a Rosa Domènec, una mujer valiente de verdad. Viste gorra y jersey de lana, medias de terciopelo, bandas, unas alpargatas azules, una bufanda. En la espalda lleva la joroba de la mochila.

Nieva más fuerte que nunca. Y, bajo la nieve, salen unas centuriasa reforzar a las que, desde el amanecer, están atacando-con éxito- las avanzadillas de unos pueblos ocupados por los fascistas.

Vivel del Río